martes, 10 de junio de 2008

Identidad Patagonica


Cultura e identidad son las palabras claves de la actualidad, y de casi todos los análisis que se hacen. En primer término, la atención se centra en la identidad individual o colectiva, que depende siempre de la otra, relacional. la identidad es producto de incesantes negociaciones. Eso, por otra parte, lo sabemos por experiencia directa: cambiamos, evolucionamos, a veces nos enriquecemos y, en cualquier caso, nos transformamos mediante el contacto con los demás. De ahí deriva la preocupación, común a todas las culturas del mundo, por encuadrar ritualmente, lo más posible, las ocasiones más explícitas de contacto entre unas y otras. La identidad fosilizada, estereotipada, no es más que la soledad y, por el contrario, cuanto menos solo estoy, más existo. En segundo término, se comprueba que el análisis de la lógica y de los mecanismos de "alienación" es una cosa, pero que los procesos por los que se estructura son otra muy diferente. Las culturas vivas son las que aceptan el cambio y el contacto. Al igual que la lengua, modelo de toda organización simbólica, que cambia cuando se la habla y que muere cuando ya no se la habla (en cierto aspecto, muere por que ya no cambia), la cultura, como los individuos, cambian o mueren. Las culturas vivas son conjuntos en movimiento sometidas a las tensiones y presiones de la historia. En tercer término, ninguna cultura conlleva en sí misma igualdad: cada una instaura dentro de sí jerarquías propias. El respeto de la diferencia y de la diversidad suelen ser mencionados por representantes de "culturas" que no reconocen, en su interior, ese derecho a la diferencia y a la diversidad. Y es legítimo juzgar a las culturas en función de ese derecho. No existe impunidad cultural. Ninguna cultura puede justificar racionalmente el rechazo al universalismo. La fórmula de Sartre, según la cual "cada hombre es todos los hombres" es, para este caso, la referencia última.
En cuarto término, el multiculturalismo, para superar la contradicción entre cultura y universalismo, no debería ser definido como la coexistencia de culturas mónadas decretadas iguales en cuanto a su dignidad, sino como la posibilidad, ofrecida constantemente a los individuos, de atravesar universos culturales diferentes

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